sábado, 30 de abril de 2016

Consuegra, aquel lugar de La Mancha...

DE CUYO NOMBRE SÍ QUIERO ACORDARME

Hoy he estado en Consuegra, un pequeño municipio de la provincia de Toledo. He de decir que me ha cautivado; cada rincón que he podido conocer de este lugar, me ha emocionado completamente.


El viaje ha sido relámpago, de un día y programado casi en el último momento. Mi padre llevaba tiempo queriendo llevarnos a mi hermana y a mi a Consuegra ya que, este municipio lleva el mismo nombre que su apellido y a fin de que conociésemos sus bonitos molinos y su imponente castillo medieval del siglo XVIII. Durante esta semana, mi hermana y yo hemos estado planificando la salida a escondidas de mi padre porque queríamos darle una sorpresa, aunque mentir no se nos da muy bien hemos conseguido ocultarlo hasta casi llegar al pueblo. Mi padre se ha quedado perplejo (jajaja casi nos mata).


Llegando a Consuegra, se ve desde la carretera sus enormes molinos antiguos, sus pequeñas casitas y su enorme castillo del medievo. El aire se respira limpio, los ojos se deleitan ante la inmensidad de colores que regala la naturaleza, árboles, flores, aves, ovejas... simplemente hermoso y es que, tal como hemos dicho mi hermana y yo ¡se respira aire consuegreño! es un lugar especial, un rinconcito del mundo al que te gustaría volver.




Entre molinos, vegetación, golondrinas, estorninos y algún que otro huevo azul que hemos encontrado por el camino hemos disfrutado de un memorable día en la mejor compañía.


No suelo utilizar el blog para hablar "de mis cosas" pero, esta escapada me ha hecho sentir tan bien que no puedo no compartirla e invitaros a visitar este emplazamiento.

Los habitantes de este lugar de La Mancha son realmente encantadores, mimetizándose de tal modo con el entorno que les rodea. Las calles están limpias y cuidadas, además, algo muy positivo es que en el centro del pueblo encontramos diversos aseos públicos a los que podemos acceder libremente, lo cual, facilita el cuidado del entorno natural. Los gatos campan a sus anchas por todo el pueblo y si te fijas un poco, puedes ver cómo tienen en cuenquitos escondidos con agua y comida, cosa que dice mucho de sus habitantes.

Lo único que no me ha gustado ha sido la presencia de una enorme plaza de toros de la cual , desconozco su utilización y espero, deseo y anhelo, sea para fines culturales reales y no para financiar la tortura.

Un tanatorio, casas en construcción, tiendas... todo junto pero no revuelto. Un pueblo que se siente limpio, se ve ordenado y que invita a la paz y a su vez al descubrimiento.

El recibimiento nada más llegar ha sido muy grato, hemos pasado a un pequeño molino en el que hemos aparcado a sus alrededores, dentro hemos podido comprar algún recuerdo y hemos subido a verlo, el tendero era un hombre de ojos azules que declamaba poesía épica. Posteriormente, hemos subido a ver el resto de molinos que crean un entorno cervantino digno de guardar en nuestros recuerdos. Más tarde, después de pasear entre césped y rocas hemos ido al castillo medieval que está bastante bien conservado y en el que hacen representaciones teatrales a un buen precio (no hemos podido ver el teatro porque el chico que nos ha vendido las entradas no nos lo había comentado). Escaleras, celdas, jardines y unas impresionantes vistas ¡también me quedo con este recuerdo!

Lo más gracioso de todo, es, que mi padre al no saber dónde iba, se ha vestido de modo formal con sus debidos zapatos con suela lisa, lo que en más de una ocasión nos ha hecho temer por su estabilidad, pero hemos resultado todos ilesos a lo largo del día.


Para hacer un receso, hemos parado a comer en un bonito restaurante de la zona en el que para mi sorpresa me han dado varias opciones de comida vegetariana y hemos llenado nuestras panzas de deliciosos sabores manchegos. Tras la comida, hemos intentado encontrar la presa romana, tras muchas vueltas, la hemos localizado, pero no... en realidad no era así que... nos hemos quedado con las ganas. Seguidamente, hemos acudido al centro del pueblo donde hemos paseado, nos hemos tomado un té calentito y hemos repuesto fuerzas para seguir nuestras andanzas.

En último lugar, nos hemos recorrido casi todo el pueblo para encontrar una tienda en la que comprar productos típicos de la zona como el azafrán y algún que otro souvenir ¡para nuestra sorpresa, hay pocas tiendas para turistas! pero lo hemos logrado.

Me quedo con los molinos; con el sol brillando en lo alto del cielo, con la luna sonriendo a escondidas, la hierba meciéndose y presumiendo de su verdor, con los pimientos del asadillo que por el nombre pensé que llevaban carne y no ¡ y pude comerlo!, con la sonrisa de mi hermana y la mirada de mi padre. Me quedo con la suave brisa del viento, que mece a las flores y alivia el calor del Lorenzo, me quedo con la poesía, con mi huevo azul encontrado, con los sabores de Cervantes y los colores degradados, con las golondrinas, los estorninos, las cigüeñas, palomas, gorriones y sus cantos.
Me quedo con la alegría de sentir, de vivir, de disfrutar de las pequeñas cosas, que comparadas con las grandes acaban siendo las esenciales.



Me quedo contigo, con el lugar, con la esperanza, los sueños y momentos divertidos.

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